miércoles, 27 de febrero de 2013

José Ortega y Gasset (1883-1955)

Ortega murió el 18 de octubre de 1955. Unos días después, alguien me preguntó: ¿Cómo era Ortega? Me quedé un momento pensando y dije: Como el Sol, luminoso y cálido. Esta brevísima descripción me sigue pareciendo justa, al cabo de cuarenta y cinco años. Se refería a su presencia, a su figura, a la impresión que daba su convivencia. Todo eso ha permanecido en mí: tengo la impresión de haber estado con él ayer por la tarde, y no puedo leer una página suya sin oír su voz.
Esto se debe en parte a no haberlo abandonado nunca. No había escrito demasiado sobre Ortega mientras vivió: la mayor parte de los ensayos agrupados luego en Acerca de Ortega y Ortega y tres antípodas (1950). Luego vinieron Ortega. Circunstancia y vocación, Ortega. Las trayectorias, y el larguísimo comentario a Meditaciones del Quijote.



La permanencia capital de Ortega ha sido la de su obra, la de su pensamiento, especialmente filosófico, que impregnaba y vivificaba el conjunto. Su filosofía era una doctrina coherente y personalísima, un método nuevo y una serie de descubrimientos adquiridos para el que quiera nutrirse de ellos. Después de su muerte ha empezado a ser frecuente llamar filósofos a los que no representan ninguna doctrina propia -ni repensada, revivida, apropiada, a los que no se pueden atribuir hallazgos personales.
Ortega fue autor de una filosofía irreductible a todo el pasado, aunque, por supuesto, nutrida de todo él, con un método de radical novedad y una larga serie de visiones que están al alcance de quien tenga el mínimo de lucidez y generosidad para percibirlas y tomar posesión de ellas.
Poco después de la muerte de Ortega sobrevino a Europa entera una grave crisis, que he estudiado bastante a fondo en Razón de la filosofía, de la que todavía no se ha salido, y que ha sido menos profunda en España, probablemente por la parcial permanencia del pensamiento orteguiano. Esta filosofía, en medio de grandes dificultades, ha seguido viviendo. Anuncié mi propósito de "completar a Ortega consigo mismo y darle sus propias posibilidades". Casi todo lo que se ha hecho con alguna significación filosófica en nuestro país -y en nuestra lengua, y en alguna medida en otras- ha tenido su origen en Ortega. Ferrater Mora, Rodríguez Huéscar, Paulino Garagorri, Lledó, Pinillos, Carpintero, Harold Raley, Gilberto de Mello Kujawski y otros más jóvenes son deudores, en una u otra proporción, al estímulo y a la enseñanza de Ortega.
Pero a esto hay que añadir algo infrecuente en otros lugares y de extremada importancia: la fecundación que el pensamiento orteguiano ha ejercido sobre disciplinas no estrictamente filosóficas, que en España muestran la huella de esa filosofía, lo que les ha dado un carácter que no se encuentra en otros lugares. La historia, la literaria, la del arte, la lingüística, la sociología, la psicología y la psiquiatría, el estudio de las formas políticas, hasta la teología, son lo que han sido y siguen siendo gracias al influjo de Ortega. Pedro Laín Entralgo, Enrique Lafuente Ferrari (recuérdese su libro Ortega y las artes visuales), Emilio García Gómez, Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Rafael Lapesa, Fernando Chueca, Luis Recasens Siches, José Germain, José Antonio Maravall, Luis Díez del Corral, Máximo Etchecopar, Jaime Perriaux, Jaime Benítez, José Gaos en México; los historiadores no son inteligibles sin las doctrinas de la razón histórica y el método de las generaciones: la obra de Carlos Seco Serrano, Jover Zamora, Gonzalo Anes, Morales Padrón y tantos otros.
La cultura española de tres cuartas partes del siglo XX es incomprensible sin Ortega, y la fracción de ella en que no se percibe su huella descubre casi siempre un rechazo a priori, por motivos ideológicos o políticos.
El evidente oscurecimiento de la figura de Ortega en los últimos decenios ha significado una pérdida difícil de superar. Las causas son múltiples y se entrelazan de un modo extraño. La primera, la deformación de las estimaciones provocada por la guerra civil española, con repercusiones fuera de nuestro país. El parcial desvío de Ortega, dentro de España y en los medios del exilio, se debió a dos formas de fanatismo que no comprendieron la independencia de Ortega, su falta de adhesión a ninguno de los beligerantes. El cambio de actitud en la Argentina durante la última estancia de Ortega en ese país tuvo ese clarísimo origen.
Después, y hasta hoy, diversos equipos se han ido turnando en las deformaciones, que han alcanzado a los más próximos titulares de su entorno, dispuestos a atribuirle afinidades que le fueron enteramente ajenas.
Más importante que todo esto ha sido el declive de la filosofía en toda Europa, por no decir en la totalidad del mundo occidental. El lugar en que la filosofía se había cultivado con más asiduidad y esplendor, y donde Ortega había sido más leído y estimado, Alemania, ha experimentado un extrañísimo desinterés por esa disciplina; la figura más interesante es el admirable Gadamer, que ha cumplido los cien años, que en 1961 me presentó en la Universidad de Heidelberg, por cierto en una conferencia sobre "Die Philosophie des jungen Ortega", en la que mostré el origen de la interpretación de la verdad como alétheia, que difundió Heidegger en 1927, pero que Ortega había expuesto en 1914; y ese origen era el pensador alemán Teichmüller, lo que era desconocido en su país.
Creo que la sombra de Ortega, a pesar de los esfuerzos de los dos últimos decenios por conseguir que se desvanezca, ha librado a España de la decadencia total de la filosofía y el abandono de ella. El día que se hagan cuentas lúcidas y veraces acerca del último medio siglo se descubrirá que el destino del pensamiento filosófico en lengua española ha sido menos adverso que en otras. Pero no confío en que esto acontezca pronto, porque la sensibilidad para lo que de verdad es filosofía está en uno de los momentos más bajos de la historia reciente, y es improbable que esas cuentas se puedan hacer. En algunos lugares, en los Estados Unidos y en el Brasil, se han iniciado ya, pero tengo la impresión de que han tenido escasa resonancia.
Será menester esperar a que la filosofía renazca en el seno de las sociedades occidentales, y entonces se volverá a crear en ellas. Pienso que esto empieza a ser urgente, y sería uno de los pasos decisivos para que se recobre la salud intelectual y la de la vida histórica sin más. Entonces, esas cuentas españolas de que hablo habrán dejado de ser importantes, y la luminosidad de Ortega será evidente. Su calor habrá sido el privilegio de los que hemos vivido cerca de él durante muchos años.

Como el Sol: luminoso y cálido (12/10/2000) por Julián Marías

17 11 1931 Manifestaciones de Ortega sobre su actitud política en el periódico Crisol

01 06 1933 Conferencia de Ortega y Gasset a beneficio del crucero universitario por el Mediterráneo: ¿Qué pasa en el mundo? I


03 06 1933 Segunda conferencia de Ortega y Gasset a beneficio del crucero universitario por el Mediterráneo: ¿Qué pasa en el mundo? II


26 04 1946 Entrevista a Ortega en ABC  Referencia en OC IX  p. 347 Ed. 1983


19 10 1955 Ortega, amigo intelectual 1 por Emilio García Gómez
19 10 1955 Ortega, amigo intelectual 2
19 10 1955 Ortega, amigo intelectual 3

19 10 1955 ABC Universidad y retórica en Ortega por Gregorio Marañón
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 1
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 2
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 3 Zubiri 1
19 10 1955 ABC el dia de la muerte de Ortega 4 Zubiri 2 y Laín Entralgo
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 5 La Metafísica de Ortega 1 por Julián Marías
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 6 La Metafísica de Ortega 2 por Julián Marías y La influencia de Ortega 1 por Melchor Fernández Almagro 
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 7 La influencia de Ortega 2 por Melchor Fernández Almagro
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 8 Testimonios de sus médicos- Marañón, Teófilo Hernández-  y su portera
19 10 1955 ABC el día de la muerte de Ortega 9 Testimonios de sus médicos
20 10 1955 ABC en el entierro de Ortega 1 Pío Baroja
20 10 1955 ABC en el entierro de Ortega 2
20 10 1955 ABC en el entierro de Ortega 3
20 10 1955 ABC en el entierro de Ortega 4
20 10 1955 ABC en el entierro de Ortega 5 ¡Adios Ortega! por Edgar Neville
21 10 1955 ABC al día siguiente 1 Un gran dolor sobre España 1 por E. Lafuente Ferrari 
21 10 1955 ABC al día siguiente 2 Un gran dolor sobre España 2 por E. Lafuente Ferrari
21 10 1955 ABC al día siguiente 3

23 04 1963 Reaparece la Revista de Occidente 2

07 07 1974 Ortega y Aspen

02 11 1975 Ortega y la comprensión de la realidad

11 12 1980 Breve antología orteguiana para desmemoriados Sobre fascismo y comunismo


10 10 1982 Ortega en Washington

07 05 1983 Centenario de Ortega

                    Etapas de su vida y su obra
                               ¿Qué empezó con Ortega? por Julián Marías
                     Ortega  por Pinillos y Condesa de Yebes
                     Recuerdo personal por Pedro Sainz Rodríguez
                              Ortega y la razón  por Fernando Chueca 
                               Ortega y lo religioso por Emilio Benavent
                             Recuerdo vivo de mi padre por Miguel Ortega
                             Ortega y la biología   por Juan Rof Carballo
                             Ortega , Maestro por Alfonso García Valdecasas
                             Los modos de trabajo de Ortega  por Soledad Ortega
                             y la labor que su obra exige frente al futuro por Soledad Ortega
                             Ortega y su centenario por Antonio Rodríguez Huéscar
                             Ortega, humano y mundano por Luis Calvo
                             Ortega e Iberoamérica por Arturo Uslar Pietri
                             Ortega y la Historia por Luis García de Valdeavellano
                             Apunte personal sobre Ortega por Francisco Ayala
                             Ortega y el premio Nobel por José María Alfaro
                             Ortega y su estrella por Enrique Lafuente Ferrari
                             Ortega y la tradición responsable por Mariano Yela
                             El yo que duda por  Xavier Zubiri
                              La "Geometria sentimental" de Ortega. Sólo en formato doc. por Julián Marías
                              A propósito de la tercera visita de Ortega a Buenos Aires por Máximo Etchecopar. Sólo en formatot doc.
                                                            Un espíritu libre por Manuel García Pelayo y Biografía de un español filósofo por Juan del Agua
                            ¿Qué empezó con Ortega? por Julián Marías
                             Como el Sol: luminoso y cálido (12/10/2000)por Julián Marías
                             El advenimiento de la República en la obra de Ortega y Gasset  por Francisco López Frías. Sólo en formato doc.
                   Sobre el teatro

                       Ortega en Mashpedia

DATOS BIOGRÁFICOS DE
DON JOSÉ ORTEGA Y GASSET

Por Fernando Vela
Nació José Ortega y Gasset en Madrid, el 9 de mayo de 1883. El ha dicho que nació sobre la rotativa de un periódico. Es textualmente exacto; nació en un piso sobre la imprenta de un periódico -El Imparcial- que dirigía su padre, don José Ortega Munilla, y sus libros dejan oír un rumor nativo a rotativa, porque muchos de sus capítulos han sido antes artículos de periódicos. "El articulo de periódico -ha escrito- es hoy una forma imprescindible del espíritu", y los libros futuros han de recoger en su forma y estilo la experiencia ganada en el periódico. Mas al mismo tiempo siguió, en lugar más recóndito -la Cátedra de Metafísica de la Universidad Central, en la que muy joven, en 1910, sucedió a don Nicolás Salmerón-, una áspera labor de rigurosa filosofía que se descubre como inspiración, músculo y armazón hasta en sus pasajes más literarios. Sus pensamientos no han sido ocurrencias inconexas y casuales, sino "meditaciones" a las que el análisis no ha helado con su frío ni ha quitado la apariencia encantadora de "visiones"; éste ha sido el milagro de este autor; que sus ideas aun analizadas y desarrolladas filosóficamente, guardan todavía su calor de emoción, su palpitación primera, su entereza original. Por razón de esta equilibrada combinación de elementos era, para los que necesitan clasificaciones, ante todo, un gran escritor o principalmente un filósofo, sin ver que su gran realidad humana no se prestaba a estas disecciones porque ambos componentes eran constitutivos, inseparables. 
Así como el crítico de pintura Francisco Alcántara decía que la luz de la Castilla central es la quintaesencia de todas las luces provinciales, en la persona de Ortega y Gasset -castellano de nacimiento- se cruzaban sangres oriundas de los cuatro costados de España -de Galicia, de Andalucía, de Extremadura y de la Rioja-; por virtud de esta fusión ha sido Ortega y Gasset el español armonioso. Acaso nadie ha sentido como él, en la propia entraña, la rica variedad española a la par que la esencia única de lo español, el tirón centrífugo de las regiones y la fuerza de la magna Castilla que, con solo mirarlas quietamente desde su altiplanicie, las retiene y enlaza. 
Estudió el Bachillerato en el Colegio de los Padres Jesuitas de Miraflores del Palo (Málaga), donde recibió del Padre Gonzalo Coloma la enseñanza de las lenguas latina y griega, que poseía a la perfección. En 1904 se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Central con una tesis sobre los terrores del Milenio; fue poco después profesor en la Escuela Superior de Magisterio y más tarde -como queda dicho- catedrático de la Central hasta 1936. Dos veces estuvo en Alemania, en las Universidades de Berlín y Leipzig y, finalmente, vuelve a Marburgo en 1911. Era entonces esta pequeña ciudad la Meca de la filosofía kantiana, donde pontificaban sus últimos apóstoles, Cohen y Natorp. El futuro "meditador de El Escorial" -pudridero de reyes, silla de piedra granítica al pie de la áspera cordillera carpeto-vetónica- absorbe en aquella pequeña ciudad gótica, "junto a un manso río, ceñido de redondas colinas", lo que se ha llamado "la corriente central del pensamiento europeo". Diez años vive ortodoxamente dentro de la filosofía kantiana. "Yo la he respirado -decía- como una atmósfera y ha sido a la vez mi casa y mi prisión." Pero un día se evade. "De la magnífica prisión kantiana solo es posible evadirse ingiriéndola. Es preciso ser kantiano hasta el fondo de sí mismo y luego, por digestión, renacer a un nuevo espíritu." 
Mucho antes, su primer escrito, el artículo "Glosas" -en la revista Vida nueva, de 19 de diciembre de 1902- ya señalaba su descontento hacia la filosofía tradicional por su visión del "hombre en general". En aquel articulo ya están en germen muchas de sus ideas posteriores, que tuvieron un primer desarrollo en artículos publicados en los Lunes de El Imparcial, donde colaboró asiduamente, comentando también -como antes en Faro y otras revistas, como Europa- temas y sucesos de la vida pública en que ejercía "la crítica como patriotismo". En 1914 pronunció en el teatro de la Comedia su famosa conferencia "Vieja y nueva política", en que oponía dos Españas: la "España oficial" y la "España vital", expresiones todas que han quedado, porque Ortega siempre tuvo el acierto literario de forjar alguna expresión afortunada que se perpetuaba como moneda de brillo y troquel inalterables. Aquella conferencia era la presentación de la "Liga de Educación Política", que se aproximó al Reformismo para alejarse en cuanto éste hizo ademán de aliarse a los viejos partidos monárquicos. En este aspecto público de su vida ha de recordarse también la fundación -en 1915, con un grupo de escritores, Baroja, Azorín, D'Ors, Pérez de Ayala, Antonio Machado- de la revista España. Semanario de la Vida Nacional que ha dejado honda huella en la juventud española de aquel tiempo, y su articulo "Bajo el arco en ruina", en que anunciaba los separatismos de las regiones y las clases sociales. Consecuencia de aquel articulo fue la fundación, en 1917, de El Sol, donde siguió escribiendo con su firma y sin ella, y reunió en su torno una selección de grandes escritores. Más tarde fundó la "Agrupación al Servicio de la República" y fue elegido diputado por León en las primeras Cortes republicanas. Pero ya a finales de 1931, en artículos publicados en el diario Luz y, sobre todo en la conferencia del "cine" de la Opera, patentizó rotundamente su grave disconformidad con la política de los Gobiernos de la República. Una vez aprobado el Estatuto de Cataluña, su discrepancia le llevó a ausentarse definitivamente del Parlamento y, en general, de la vida política, para consagrarse exclusivamente a la filosofía. La primera enunciación clara de su filosofía aparece en su primer libro Meditaciones del Quijote (1914), donde se encuentran ya casi todos sus conceptos fundamentales, anticipándose en muchos años a las teorías filosóficas que después habían de correr en Europa bajo otros nombres. En 1916 publicó el primer tomo de El Espectador, al que seguirían otros siete, que constituyen una verdadera Enciclopedia artística, literaria y filosófica. Leyéndolos dijo el crítico alemán Ernst Robert Curtius: "Ortega y Gasset es tal vez el único hombre que puede hablar hoy en Europa, con igual seguridad de juicio, con igual brillantez en la expresión, de Kant y de Proust, del arte prehistórico y de la pintura cubista, de Scheler y Debussy." Y agregaríamos, de la teoría de la relatividad y de las evoluciones históricas, de la discontinuidad de la materia y del Estado moderno, de Mallarmé y de la etnografía, etc. Especialmente famoso es su libro La Deshumanización del Arte (1925) que constituye un diagnóstico profundo de las características del arte nuevo. En este sentido ha sido un "europeo". Hay muy pocos europeos que lleven en si la integridad de la cultura europea, sin trozos truncos, sin cegueras parciales, sin cerrazones especialistas. Uno de ellos ha sido Ortega y Gasset. En sus empresas culturales -la Revista de Occidente y sus ediciones, la "Biblioteca de Ideas del siglo XX- derramó por los países de habla española todo el pensamiento europeo. "Cultura -ha dicho- es el sistema vital de las ideas de cada tiempo." El las ha vivido y han vivido en él, lo que no excluía una crítica aguda de la misma cultura que vivía tan plenamente. La filosofía de Ortega y Gasset combate contra el racionalismo, el idealismo y el utopismo y, si se permite la palabra, contra el infinitismo de la cultura. La cultura europea -decía- se ha apartado de la vida en la nave del racionalismo. Pero como las tripulaciones de los veleros antiguos en largas travesías, ha enfermado por falta de vitaminas. "Cultura anémica" la ha llamado Ortega en el primer tomo de El Espectador, añadiendo: "La vida tiene que ser culta, pero la cultura ha de ser vital." El tema de nuestro tiempo (1923) -así se llama otro de sus libros fundamentales- consiste en vitalizar nuevamente a la cultura, colocar otra vez la razón en su sitio; es decir, dentro de la vida. Este principio va a la vez contra el racionalismo. La "razón vital" de Ortega -desarrollada en libros posteriores: En torno a Galileo, Historia como sistema, Ideas y creencias, Ensimismamiento y alteración, Prólogo a un tratado de montería-, núcleo de su filosofía, es la superación de la antítesis de razón y vida. Este principio es el que ha salvado a la filosofía española de caer en los errores del existencialismo. 
Pero siendo un "europeo" era un "español". En su primer libro decía -y podría repetirlo hasta el final de su vida- que siempre había estado "haciendo con los más humildes rayicos del alma experimentados de nueva España". Por toda su obra corre esta preocupación: ¿qué es España?, ¿qué puede ser todavía?, ¿cuál es su forma suprema de coexistencia con los demás pueblos, con esta época? Con esta amorosa preocupación ha recorrido los viejos caminos de España, por las tierras que el Cid cabalgó, por la ruta manchega de Don Quijote, primero a lomo de mulo, después en automóvil. Su última enfermedad le sobrevino tras una de estas excursiones por los pueblos españoles. 
Fruto de esta preocupación fue su España invertebrada (1920), donde al análisis de la situación española, al que siguió el de la situación europea en su famoso libro La rebelión de las masas (1930) -traducido a casi todas las lenguas del mundo- se unen los primeros esbozos de una sociología que había de desarrollar después de exponerla en Argentina, Holanda, Alemania, en sus conferencias del "Instituto de Humanidades" -fundado en 1948 por él mismo- sobre "El Hombre y la Gente", en el año 1949, precedidas un año antes por las del Círculo de la Unión Mercantil sobre "Un ensayo de historia de Toynbee". Esta actividad de conferenciante es otro de los capítulos importantes de la obra de Ortega. Ya en 1916 y 1928 sus conferencias en Buenos Aires atrajeron tal afluencia de público que fue menester una intervención de la policía. En 1929 su curso con el tema "¿Qué es la filosofía?", comenzado en el salón "Rex" de Madrid, tuvo que ser trasladado, por insuficiencia de local, a un teatro. 
En 1936, al estallar la Guerra Civil española, se traslada a Francia, Holanda, luego Argentina, Portugal, etc., y hasta 1945 no vuelve a España, donde permanece sólo sucesivas temporadas, pero sin reanudar el ejercicio de su cátedra ni participar en modo alguno en la vida pública y conservando, hasta su muerte, su domicilio de Lisboa. 
En 1949 fue llamado a pronunciar el discurso inaugural del centenario de Goethe en Hamburgo; después sobre el mismo tema pronunció varias lecciones en Aspen (Estados Unidos). Aún, más recientemente, en Alemania, Suiza, Inglaterra e Italia. Era el filósofo más leído y escuchado por un público internacional y, desde luego, el de mayor influjo sobre los españoles contemporáneos, hasta tal punto que puede decirse que ha sido en España más que un hombre, un "acontecimiento". Sólo un "acontecimiento" puede influir de tal forma sobre los aspectos más heterogéneos de un país, sobre la literatura, la política, la filosofía, las artes, la enseñanza, las maneras y los estilos, sobre las capas sociales más distanciadas. A un hombre solo no se le puede reconocer este fortísimo poder de trastocación y reforma. 
Muere en Madrid el 18 de octubre de 1955. 

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