viernes, 22 de febrero de 2013

Luis Díez del Corral (1911-1998)

Luis Díez del Corral se orientó desde muy pronto al pensamiento político, integrado en una visión social y por tanto histórica. Su obra amplísima ha explorado muy diversos campos, con una insistencia especial en el siglo XIX y, mirando hacia atrás, en el XVII. Entre sus muchos libros, mi preferencia va a dos:«El liberalismo doctrinario» y «Velázquez, la Monarquía e Italia». Estimulado por Ortega, investigó el liberalismo doctrinario, en Francia y en España. Su autor preferido era Tocqueville, sobre quien trabajó incansablemente, a lo largo de gran parte de su vida. Yo había sido, desde otros muchos puntos de vista, lector de Royer-Collard, de Guizot, del propio Tocqueville y de Antonio Alcalá Galiano, lo que me llevó a sentir gran estimación por el reinado de Luis Felipe (1830-48), y a pensar que la libertad política tardó cuarenta y un años en establecerse en Francia desde el comienzo de la Revolución de 1789, cuando no parecía tan lejana.

Los estudios de Luis Díez del Corral sobre el siglo XVII, tan interesante, cuya revisión está siendo apasionante, fueron una espléndida contribución a la comprensión de las vicisitudes políticas en el contexto general de la historia y la cultura, y mostraron el papel decisivo, central, de una España que era la gran potencia rectora de Europa.
Dos rasgos de la obra de Díez del Corral me parecen relevantes. El primero, la veracidad, la probidad intelectual; trabajaba escrupulosamente, con fidelidad a los datos, a lo que estos descubrían de la realidad, sin violentarlos ni hacerlos servir a un propósito determinado y acaso arbitrario. El segundo, la amplitud de la visión, el tener en cuenta que aquello que investigaba no se podía entender sino dentro del marco real en que se alojaba. Por eso sus estudios del pensamiento político lo llevaban a la historia efectiva con su inmensa complejidad; a veces se olvida que las realidades complejas no se comprenden si se las simplifica y reduce a fragmentos de ellas mismas.
Esto hizo que Díez del Corral, tan preocupado por España como todos nosotros, compartiese con todos la visión europea, inseparable. Siempre vio a España allí donde está: en Europa, en la cual no podía «entrar», como ha solido decirse en estos últimos años, por la sencilla razón de que en ella ha estado desde su nacimiento y ha contribuido decisivamente a hacerla. No se puede encontrar en su obra rastro de «provincianismo», lo cual la sitúa en la tradición que se inicia con la generación del 98, ejemplificada egregiamente en Menéndez Pidal y que tiene un antecedente ilustre en Juan Valera.
Si algún día se indaga con alguna finura lo que ha sido la cultura española en este siglo, será menester precisar sus diversos niveles, los pasos de un proceso coherente, afectado por el gran trauma de la guerra civil pero no destruido ni invalidado por ella.
Las personas que he nombrado recibieron el tremendo golpe, vieron afectadas sus vidas, en plena juventud, por el atroz acontecimiento, tomaron, por azar o por decisión libre, diversas posiciones; una vez establecido el «estado de guerra», no era posible sustraerse a él. Pero si se mira bien se ve que no quedaron marcadas definitivamente por ese suceso envolvente pero exterior. Es evidente que esta generación padeció la guerra más que ninguna otra, pero no la planeó ni la dirigió ni la originó. Una porción esencial de sus vidas quedó a salvo. Esto dejó libre un margen de solidaridad. No, como en otros casos, de solidaridad «generacional», con un grupo amistoso, sino más bien de solidaridad con España y, más aún, con la realidad sin más. Esto es lo que hizo posible la continuidad de una amistad nacida en la primera juventud y prolongada en varios reencuentros después de la contienda, en una España que había que reconstruir para seguir adelante, y que era irrenunciable.
Las diferencias, las discrepancias, quedaban a salvo; pero no eran «insalvables»: por debajo de ellas quedaba el suelo en que descansaban, y que permitiría seguir esforzándose por comprender parcelas de una realidad común que importaba decisivamente y que era la nuestra.

16 04 1998 Todos se van yendo por Julián Marías

1941 Revista de Estudios políticos nº2 La ley sindical
1944 Revista de Estudios políticos nº 15-16 Introducción al doctrinarismo
1944 Revista de Estudios políticos nº 15-16 De la razón a la pasión de Estado 
1952 Revista de Estudios políticos nº 61 Reflexiones sobre el castillo hispano
1953 Revista de Estudios políticos nº 69 Ortega ante el Estado
1953 Revista de Estudios políticos nº 70 El rapto de Europa
1954 Revista de Estudios políticos nº 73 Secularización y dinamismo histórico
1955 Revista de Estudios políticos nº 80 Supuestos sociológicos del cine italiano
1956 Revista de Estudios políticos nº 86-87 Sobre la singularidad del sentido histórico de Europa
1958 Revista de Estudios políticos nº 101 Historicismo y ciencia política en Meineke

08 12 1959 Entrevista en ABC 1
08 12 1959 Entrevista en ABC 2

Artículos del autor en el periódico El País


11 02 1989 Reflexiones sobre Europa 1
11 02 1989 Reflexiones sobre Europa 2






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